Abriendo la caja negra: la facilitación en un mundo cambiante
Soy una gran admiradora de tu trabajo, Óliver, ya que eres una de las pocas voces en el campo de las innovaciones democráticas que ha profundizado en el papel clave de la facilitación de grupos. Al mismo tiempo, aunque celebramos el actual crecimiento del trabajo en esta área, creo que es valioso reflexionar sobre por qué la facilitación parece haber sido tan descuidada en primer lugar. Alfred Moore sugirió que esto tiene que ver con que la facilitación no parece concordar con la teoría normativa de la comunicación de Habermas, mientras que Claudia Landwehr lo atribuyó a la “falta de interés en el liderazgo” de las demócratas deliberativas. Me intriga conocer tu perspectiva sobre esto.
Óliver Escobar
Algunas de estas explicaciones son plausibles. La facilitación no tuvo suficiente espacio en algunas de las bases teóricas del campo de la democracia deliberativa, que se fundamentan en un nivel muy abstracto o en consideraciones macroestructurales. Y cuando se analizan las cosas desde un nivel tan abstracto, las prácticas de primera línea no están necesariamente en foco. Sin embargo, para mí, hay algunos otros factores también.
El campo de la democracia deliberativa es muy diverso, y no quiero simplificarlo en exceso, pero creo que es justo decir que los estudios de democracia deliberativa no siempre han prestado suficiente atención a las fuerzas estructurales, a la manera en que funcionan las desigualdades estructurales, a la forma en que funcionan las jerarquías de poder y conocimiento, y a cómo los privilegios configuran los espacios políticos. Ha habido algunas excepciones notables, como “Democracia en Tiempos Capitalistas” de John Dryzek.
Esto está cambiando; el campo está involucrándose mucho más con las desigualdades estructurales ahora. Sin embargo, porque históricamente no lo ha hecho, la facilitación ha sido algo invisible. Para mí, el papel de las facilitadoras es alterar las desigualdades de poder y desarticular las normas culturales poco útiles que las personas y las instituciones traen consigo al espacio del encuentro. Una parte clave del trabajo de facilitación es abordar cómo las fuerzas estructurales configuran la dinámica del grupo y el impacto de los procesos deliberativos.
Para mí, el papel de las facilitadoras es alterar las desigualdades de poder y desarticular las normas culturales poco útiles que las personas y las instituciones traen consigo al espacio del encuentro.
El segundo factor es un punto sociológico más amplio: en los tiempos contemporáneos, mucho trabajo se ha vuelto invisible. Muchas de las cosas que suceden a nuestro alrededor, es como si ocurrieran por arte de magia: piensa en el complejo agroalimentario, y cómo las personas se conectan con la comida en el estante de un supermercado y la caja negra de todo lo que sucede antes de eso, todos los intermediarios y dinámicas. En casi cualquier aspecto de la vida contemporánea, verás que muchas profesiones quedan invisibles, y tienden a ser las profesiones de intermediación. Cuando hice mi doctorado, quedé fascinado por ese trabajo detrás de escena que crea nuestro mundo tal como lo percibimos, pero que a menudo no se tiene en cuenta. Es como si estas cosas simplemente sucedieran. Desempaquetar tales cajas negras abre todo tipo de preguntas sobre nosotros mismos y las sociedades que hemos construido.
Rosa
Una metáfora que incluí en mi trabajo de tesis es la de los facilitadores como las “trabajadoras esenciales” de las innovaciones democráticas. Y aunque puede ser divertido jugar con metáforas, también hay un aspecto angustiante: las personas de cuyo trabajo dependemos quedan invisibles y sin voz.
En cuanto a la desigualdad estructural y el papel de las facilitadoras en interrumpir la manifestación práctica de estas fuerzas estructurales, como has escrito tan elocuentemente, si no tuviéramos una facilitadora en la sala, eso no significa que no tendríamos dinámicas de poder: simplemente tendríamos dinámicas de poder no impugnadas e ininterrumpidas que reflejan las dinámicas de poder en el mundo en general.
Si no tuviéramos una facilitadora en la sala, eso no significa que no tendríamos dinámicas de poder.
Para ambos, nuestra afinidad con la facilitación está conectada a nuestros antecedentes como activistas. En el ámbito activista, hay un enorme énfasis en el desarrollo de capacidades; al entender que, como seres humanos, necesitamos desarrollar habilidades facilitadoras para poder organizarnos y generar cambios sociales. Por lo tanto, resulta interesante ver que algunos académicos tienden a desestimar los mini-públicos facilitados, señalando que están interesados en la deliberación pública a gran escala en su lugar.
Por supuesto, la deliberación pública a gran escala es importante, y desde mi perspectiva, puede beneficiarse enormemente de una mayor pedagogía social, precisamente en los tipos de saberes prácticos que los facilitadores expertos están desarrollando.
Para esto, es clave que no veamos la facilitación profesional y la facilitación amateur como una especie de dinámica de suma cero, sino como desarrollos positivos que pueden contribuir mutuamente. Cuando abrimos el ámbito de lo que los facilitadores realmente hacen, rápidamente nos alejamos de esta visión de facilitadores mecánicos que están simplemente allí para hacer cumplir normas y asegurarse de que todos tengan la oportunidad de hablar, hacia una perspectiva mucho más relacional. Veo eso como otro aspecto de la caja negra: no prestamos mucha atención al trabajo de cuidado en nuestra cultura, porque es ese asunto humano desordenado que no podemos controlar, lo que lleva a algunos a querer prescindir de los facilitadores humanos tanto como sea posible y tener en su lugar facilitadores de Inteligencia Artificial.
Óliver
Uno de los conceptos que encuentro útiles proviene del sociólogo Erwin Goffman. Él muestra cómo cada ámbito de la vida social está compuesto por “órdenes de interacción”, lo que significa que interactuamos de acuerdo con reglas y normas explícitas o implícitas que guían interpretaciones y comportamientos, lo que es posible, lo que es aceptable, lo que es imaginable. Me baso en eso cuando estudio espacios participativos, tratando de entender cómo se constituyen diferentes órdenes de interacción y cuáles son las reglas explícitas e implícitas del juego.
Sin embargo, cuando diseño procesos, a menudo me encuentro con alguien que dice: “Bueno, por supuesto que sucedió de esa manera, porque diseñaste un espacio artificial. Creaste un espacio en el que ese tipo de cosas era posible”. Mi respuesta es que no existe tal cosa como un espacio de interacción ‘natural’; todos los espacios de interacción son, en cierto sentido, artificiales (es decir, construidos), en la medida en que son órdenes de interacción emergentes moldeados por la cultura y todo tipo de dinámicas sociales. Por lo tanto, la falta de un diseño intencional no significa que un espacio sea más ‘natural’ que un espacio alternativo diseñado para fomentar dinámicas más igualitarias, deliberativas, respetuosas y solidarias.
Quizás haya excepciones: espacios que ya tienen una historia, una comunidad que sabe cómo hablar consigo misma, un espacio de bases o espacio comunitario, o un espacio indígena, donde hay una cultura de ese tipo de conversación igualitaria. Pero en muchos espacios en la esfera pública, el ‘flujo libre’ no es realmente libre, es una manifestación local de fuerzas estructurales más amplias. Por ejemplo, las habilidades retóricas y otros recursos clave para la participación deliberativa están distribuidos de manera desigual en la sociedad. Por lo tanto, la suposición con la que trabajo es que un ‘espacio artificial’ es tan legítimo como un supuesto ‘espacio natural’ porque algún tipo de fuerza moldea todos los espacios de interacción.
Rosa
Ciertamente, necesitamos ser intencionalmente igualitarios, empáticos y creativos, por diseño. Veo esto como un aspecto del trabajo de descolonización; construyendo espacios donde las personas puedan tener conversaciones más igualitarias por diseño. Mientras que si viviéramos en una cultura, por ejemplo cómo algunas culturas indígenas, donde las normas culturales existentes dictaran que siempre que surjan dificultades, tenemos un ritual de sentarnos en círculo y escuchar a cada persona sin interrupción, entonces no necesitaríamos crear una estructura de interacción diferente.
Necesitamos ser intencionalmente igualitarios, empáticos y creativos, por diseño.
Óliver
Mucho depende del contexto en el que vivimos. Dado que mencionas el ritual, ahora estamos en mi territorio favorito, la antropología política. El campo de la democracia deliberativa está redescubriendo algo realmente básico: las prácticas discursivas como el diálogo y la deliberación pertenecen a la humanidad en su conjunto, en lugar de a una parte del mundo. Por eso la agenda de descolonización es realmente importante.
Me interesa desarrollar una historia de la democracia deliberativa que comience en prácticas ancestrales mucho antes de la democracia ateniense, en muchas partes del mundo, y hay algunas pruebas antropológicas y arqueológicas realmente perspicaces para respaldar eso. Esta no es una práctica occidental, sino una práctica que pertenece a la humanidad. Eso necesita ser dicho.
Sin embargo, está claro que hemos construido muchas sociedades donde ya no colocamos esos rituales en el corazón de la esfera pública. En cambio, la economía política del discurso público mediático tiende a priorizar rituales de polarización, simplificación excesiva, postureos, intercambio superficial, confrontación y monólogos faccionales. Estos rituales dan forma a nuestra esfera pública y son reforzados y monetizados por muchos medios de comunicación. Nuestro conjunto de recursos discursivos a menudo se vuelve tan estrecho que nuestra imaginación colectiva sobre lo que podemos hacer juntos a través del discurso se ve reducida como resultado. Nuestro panorama mediático está muy empobrecido y limitado, y eso se convierte en otro ejemplo de fuerzas estructurales en acción.
Entonces, hasta que nuevos rituales se vuelvan generalizados, necesitamos personas que puedan ayudarnos a intentar reimaginar esos rituales. Y creo que ahí es donde entran las facilitadoras, y su papel plantea una pregunta significativa: ¿cómo hacemos que este trabajo sea más visible para que pueda ser tanto apoyado como examinado? Necesitamos hacer ambas cosas porque hay preguntas sobre cuestiones de poder en el ejercicio de la facilitación que necesitamos seguir investigando.
Rosa
La buena noticia, según lo veo, es que el conocimiento indígena y la ciencia occidental están empezando a converger en algunas áreas. Tanto la investigación occidental sobre la prosocialidad como la ciencia indígena se centran en los “estados de autotrascendencia”, apoyando a los seres humanos en ir más allá del estrecho interés propio. También sabemos que la psicología social y las ciencias del cerebro han arrojado nueva luz sobre cómo la “escucha de alta calidad” hace que las personas se sientan comprendidas, reconocidas y vistas. Esto abre espacio para que los seres humanos aprendan y crezcan. Esto significa que las actividades “suaves” que realizamos como facilitadores, mediadores y diseñadores de procesos están empezando a ser validadas por las “ciencias duras”. Dadas las fuerzas tecnocráticas que continúan trabajando en nuestra sociedad, estas convergencias son motivo de celebración: todos podemos beneficiarnos de una mayor comprensión del trabajo necesario para sacar lo mejor de los seres humanos.
Sobre los autores
Rosa Zubizarreta, PhD, es facilitadora profesional y consultora en desarrollo organizacional, y recientemente completó una tésis en la Fielding Graduate University. Actualmente es Investigadora Visitante en Democracia para el año académico 2023-2024 en el Ash Center de la Escuela Kennedy de Harvard.
El profesor Óliver Escobar ocupa la Cátedra de Política Pública e Innovación Democrática en la Universidad de Edimburgo. Trabaja en la teoría y práctica de la democracia participativa y deliberativa, y está involucrado en la innovación democrática en diversos contextos políticos y comunitarios.
Agradecimientos del Editor
Este artículo forma parte de la serie de conversaciones de Digest, donde practicantes, académicos, defensores y críticos se reúnen para conversar sobre los temas que les importan en la teoría y práctica de la democracia deliberativa.
Quiero agradecer especialmente a los miembros de la Red Democracy R&D; la idea de esta serie surgió a través de un taller de espacio abierto en la Conferencia de DR&D en Copenhague, y fue a través de la Red que pude conectar con tantas personas en este campo. Quiero reconocer y agradecer a todas las personas que se ofrecieron para participar en esta serie y el esfuerzo colectivo que se ha dedicado a la planificación cuidadosa, la grabación y la edición de cada pieza.
This article has been translated into Spanish using ChatGPT and edited for accuracy by the authors.
Supporters
The Journal of Deliberative Democracy and Deliberative Democracy Digest are supported by:
Contact
General queries
Please get in touch with our editor Lucy Parry.
Mailing Address
Journal of Deliberative Democracy
Centre for Deliberative Democracy and Global Governance
Ann Harding Conference Centre
University Drive South
University of Canberra, ACT 2617